Saturnino Bochorno

¿Quién soy yo para irrumpir de esta manera en sus vidas y contarles una historia no necesariamente interesante? ¿A cuantos de ustedes podrá resultarle atractiva la vida de mi hermano Saturnino Bochorno? ¿Qué me lleva tan violentamente a este punto? Es la vehemencia amigos, quizás la envidia, el aborrecimiento justificado (ya lo verán) al tipo más afortunado que existe sobre la tierra y el que menos merito hizo para tal sino. Mi hermano. Hijo menor de los dos que tuvo el matrimonio Bochorno, mis padres. Nacido, mi hermano, hace cuarenta y cinco años exactamente aquí, en Denuedo, uno de los tantos pueblitos del interior del país. Precisamente cinco años después que yo. No voy a referirme a los tempranos años de nuestra infancia, no, porque antaño podría decirse que nuestra vida fue feliz, medianamente normal. Mis padres se preocuparon en que mi hermano y yo tuviéramos la educación adecuada. No nos obligaron a mucho, lo justo y necesario. No nos dieron demasiado tampoco, pero nunca nos faltó nada. Llevamos una infancia y luego una adolescencia normal. No entiendo como Saturnino pudo convertirse en eso que hoy es. Mi hermano está limpio, no ha cometido delito alguno, pero su proceder, su actitud en la vida, es despreciable.
Saturnino aún vive con mi madre-mi padre falleció hace más de diez años- en una casita en las afueras de Denuedo, la misma casa que nos vio nacer. Es soltero, de ves en cuando se le conoce alguna mujer, muy de vez en cuando. No tiene vicios, ninguno.
Vive de la publicidad, mayoritariamente del canje. Sostiene que es periodista recibido, nunca lo vi estudiar, nunca lo vi viajar para hacerlo, en Denuedo no hay universidad, pero dicen algunos conocidos de él que es comprobable. Frecuenta los bares del pueblo haciendo alarde de sus proezas periodísticas (cosa que me enferma), y tratando de enganchar un nuevo auspiciante, lo hace todos los días. Publica un pasquín de dos páginas una vez por semana, al que llama diario, y en el que se dedica principalmente al chusmerío y en el mejor de los casos a alguna noticia de trascendencia pueblerina. “El vocero”, sale los martes. En una oportunidad le pregunté como podía llamarlo diario si aparece una vez por semana, si no le habían advertido en la facultad de semejante desacierto, pero me contestó como a un oyente. No saben como me rompe las pelotas que me conteste como a un oyente, a mí su hermano, quien le lustro el culo tantas veces. Tantas veces le limpié el culo.
Si, también tiene dos o tres programas de radio, todos iguales, sorteos entre los oyentes mediante llamados telefónicos y un par de canciones de mierda. Bien de mierda. Yo no soy uno de sus oyentes, nunca lo escucho, les juro. ¿Por qué carajo me trata como a uno de sus oyentes?