Saturnino Bochorno (8)

Cierta vez estaba en el café de la avenida con un amigo disfrutando de una tarde apacible hasta que, como un relámpago inadvertible, irrumpió mi hermano con su operador de radio estrella. Mi amigo y yo no tuvimos más remedio que aceptar que se sentaran en nuestra mesa. En ese momento en el bar habían sintonizado una de las fm del pueblo, no la que trabajaba mi hermano, otra. No recuerdo cual.
Lo cierto es que el programa que se estaba emitiendo era conducido por una locutora que había empleado Saturnino y que recientemente se iba a otra radio abandonándolo inoportunamente (según él contaba).
Ni bien sintieron su voz, mi hermano y su compañero, comenzaron a disparar verborragias criticonas hacia la locutora: que hablaba muy mal, que no respetaba los tiempos, que leía todo del diario y bla, bla, bla. Todas estas cuestiones –ya están enterados ustedes que mi hermano no se diferenciaba ni se diferencia mucho de esta chica- en ese momento a mi amigo y a mi nos tenían sin cuidado. Sin embargo debimos seguir soportando sus habladurías por un buen rato.
Lo más curioso, y lo más triste al mismo tiempo, es que con el correr de los años esta mujer volvió a trabajar con mi hermano. Hoy día es su coequiper. Saturnino no duda en gastar diversos elogios cada vez que tiene que presentar o vender a esta locutora. Ella, al igual que toda la troupe de chupaculos de Saturnino, no puede ocultar su felicidad.
Así es mi hermano con todos, ya sea que trabajen o no con él: falso como un billete del Circo Rodas.
Esta anécdota tal vez resulte insignificante, ustedes podrán pensar que es un hecho típico, que todo el mundo habla bien y mal de otra gente todo el tiempo, y puede que tengan razón. Pero tratándose de mi hermano la cosa es diferente. Saturnino Bochorno es el más falso hijo de puta entre los falsos. Yo, tengo fundamentos.
Saturnino pasó por todas las radios que hay en Denuedo. Y de todas se fue mal por problemas de dinero. De todas se fue debiendo. Debiendo quedarse, por contrato, y debiendo plata.
Siempre que la política le puso un billete accedió sin escrúpulos a, literalmente, cualquier cosa. Hizo un programa de entrevistas, por radio y televisión, con políticos en campaña cobrando cinco mil pesos por emisión. Lo hizo con el partido oficialista y con el opositor. Y con ambos quedó bien. No obstante el dueño de la radio no vio un centavo. El buen hombre se dio cuenta tarde lamentablemente y lo echó. No fue problema para mi hermano, ya que lo volvió a hacer en dos radios más en las campañas consiguientes.
En otra fm también hizo estragos: se quedó con toda la plata de las publicidades de su programa y de los otros aludiendo que él era el más escuchado. No, no me pregunten detalladamente como fue, realmente no lo sé.
Y así, falseando a todos, mi hermano tiene cantidad de andanzas detestables.
Vendió una revista por un lavarropas, hizo locución en un chancho móvil, relató fútbol, organizó bailes para jubilados, estudiantes y amas de casa; se fue a Brasil y volvió bronceado. Desde entonces vive eternamente bronceado. En todas estas idas y vueltas estafó a Dios y a María santísima. Siempre quedó bien parado. A tal punto que hoy es uno de los “periodistas” más prestigioso y respetado de Denuedo.